Maestro
17 de agosto de 2022 2023-09-28 15:21Maestro
“El papel del historiador es, también, en otro sentido, la conciencia de servir al país como obligación moral de primerísima importancia. ¿Cómo sirve al país un historiador? En sus clases. No debe transmitir veneno ni ideales absurdos, sino defender la verdad histórica”.
Maestro
”
“El papel del historiador es, también, en otro sentido, la conciencia de servir al país como obligación moral de primerísima importancia. ¿Cómo sirve al país un historiador? En sus clases. No debe transmitir veneno ni ideales absurdos, sino defender la verdad histórica”.
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Cena con alumnos y colegas, ca. 1970. De izquierda a derecha: no identificado, Eduardo Contreras Morosini, Margarita Guerra, Alberto Tamayo Barrio, Teresa Zapata Barrio, José Agustín de la Puente, Mildred Merino de Zela, Pedro Benvenutto Murrieta, Josefina Ramos de Cox, Carlos Gatti, Lily Mory Enciso, René Porras, Irma Arias Schereiber, Oscar Maurtua de Romaña.
recopilación de
Testimonios
Agustín de la Puente
Jorge Wiesse
José Cornejo Lindley
No fui su alumno pero lo conocí en EEGGLL.
Había un sofá en el lobby del entonces nuevo edificio del Departamento de Humanidades, solía sentarme ahí casi todas las mañanas para leer. Era un lugar silencioso y poco transitado. En alguna ocasión, el profesor de la Puente se sentó a mi lado y empezamos a charlar sobre el libro que leía. Por entonces, yo tendría unos 18 o 19 años. Fue agradable. El doctor de la Puente me mostró en una conversación informal, que ni siquiera recuerdo bien (entonces no sabía con quién hablaba), sobre la relevancia de la sensibilidad histórica en el análisis de la realidad cotidiana del país.
José Cornejo
Lindley
José Manuel Málaga Sánez
Curso "El Perú en los tiempos modernos" / PUCP/Ciclo 2005-1
Soy Ingeniero Civil de la PUCP, aún al ser una carrera de ingeniería, la universidad propone llevar cursos electivos de Letras. Desde el colegio tuve afinidad por la Historia, así que decidí tomar el curso que dictaba el profesor De la Puente Candamo, tenía buenas referencias del curso. Realmente lograba transmitir su pasión y la identidad con la que él vivía la historia en sus clases, presentaba la historia como una vivencia propia, te llevaba al momento, te describía el escenario, te daba el contexto no solo la acción. Siempre te daba algo más de lo que podías encontrar en un libro. Con él renació mi gusto por la Historia. Muchas gracias profesor, que Dios lo guarde y cuide ahora que descansa en paz.
José Manuel
Málaga Sánez
Grazia Sanguineti
José Agustín de la Puente Candamo o el alma de la historia.
Cuando mi querida y recordada Profesora María Purificación Estébanez (Purita) recibió la invitación de participar en el homenaje al Doctor José Agustín de la Puente por sus sesenta años de docencia en la PUCP, escribiendo algo sobre él, se expresó así: “...debo confesar que tan sólo el intentarlo me desborda, me sobrepasa”. Estos mismos sentimientos me embargan ahora que celebramos su regreso a la Casa del Padre.
Pero me anima la convicción de que hablar de él en este momento de crisis mundial debida a la nefasta pandemia, es encender una luz en las tinieblas contribuyendo a que su figura luminosa siga siendo fuente de esperanza en el futuro, de optimismo y de certeza de que habrá un renacer.
Nuestro muy amado catedrático nos ha dejado una lección de fe en Dios y en el hombre que nos alienta y nos exhorta a mirar al mañana sin dejarnos sofocar por el hoy. Su apertura a los cambios, con mentalidad siempre joven, nos prepara para enfrentar con ánimo positivo lo que vendrá, superando actitudes derrotistas y pesimistas.
Recurro a unas palabras pronunciadas por el Dr. José Humberto Rosales Aguirre en el arriba citado homenaje: “Contagiémonos de su entusiasmo, vivamos intensamente su optimismo, brindemos a los que vendrán el fruto de su siembra generosa para que el Perú sea cada vez mejor”.
Para ampliar este concepto hago hincapié en lo que el doctor de la Puente dijo en una entrevista realizada por Manuel Cisneros Milla en 1997: “Cualquier pesimismo sobre el país queda sin sustento cuando revisamos con algo de atención todo lo valioso que hay en nuestro pasado, ese pasado que está en nosotros y que nos servirá para construir el futuro. Hay que conocer nuestra historia para encontrar sus verdades y así nos sentiremos orgullosos de ser peruanos”. ¡Extendamos ahora esta exhortación a todos los países!
El tema de la globalización hoy nos inquieta; es oportuno, pues, que recordemos su reflexión acerca de la globalización, citada por el Padre Armando Nieto Vélez S.J., quien lo había acertadamente calificado como “el hombre justo” de la Biblia, en el evento en el cual el Doctor de la Puente recibió la Medalla de Honor R.P. Jorge Dintilhac, SS.CC. en el año 2008: “...¿Desaparecerá la historia como disciplina intelectual? Las naciones y el sentimiento nacionalista ¿desaparecerán de la tierra ante un mercado universal y unas comunicaciones absolutamente entretejidas? El hombre en los siglos futuros ¿será un signo en la informática o será siempre una persona en una comunidad histórica con nombre y vocación determinadas? (...) la persona y su destino trascendente están por encima de las transformaciones de la ciencia y de la técnica (...) lo que importa es subrayar las propias raíces, estimular la formación del hombre culto, tener conciencia histórica, cabal y reflexiva; con ese bagaje, ni el hombre, ni la familia, ni la nación se perderán en el mar de la globalización”. (Palabras pronunciadas en el VI Congreso de la Asociación Iberoamericana de Academias de la Historia).
En mi recuerdo como alumna en el antiguo local de la Pontificia Universidad Católica del Perú, en la Plaza Francia, prevalece la imagen de un auténtico caballero, un eximio docente que ha sabido educar no únicamente en el orden cultural, sino también ético y religioso, fiel a los ideales por los cuales nuestra Alma Mater fue fundada y deseoso, a lo largo de toda su carrera docente, de que ésta nunca deje de perseguir el perfeccionamiento de su identidad católica.
Un testimonio más de su fe asoma a mi mente, entre otras cosas, evocando su participación en la Misa de los Primeros Viernes en Riva-Agüero, en la época de nuestro queridísimo Rector Monseñor Fidel Tubino, seguida de un alegre desayuno.
Desde las primeras clases de Historia del Perú, José Agustín supo despertar en todos sus alumnos interés y entusiasmo por descubrir el proceso de formación del País, de la identidad peruana, para mí más fascinante aún por proceder de Italia.
Su enseñanza nunca ha sido una fría reseña de fechas, nombres, acontecimientos, datos históricos sino un revelar el espíritu que animó a sus protagonistas y un conducirnos a la comprensión de las motivaciones más profundas que los impulsaron. Es así cómo ha quedado en sus alumnos la huella indeleble del concepto de mestizaje, que mucho más que una teoría es un conjunto de vivencias: el alma misma del Perú.
José Agustín tenía el raro don de hacer que cada persona sintiera que era importante para él; es así cómo en su discurso de agradecimiento por la medalla Dintilhac no dejó de recordar también a quienes se dedicaban a las tareas administrativas y de servicio, mencionando a Bernardo Morales, Lucas, Constantino, Máximo Navarro y al inolvidable Emilio Lister.
Recuerdo la puerta de su despacho de Decano siempre abierta, signo que los alumnos comprendimos como su constante actitud de acogida y de disponibilidad. Me atrevo a contar una anécdota que mi esposo, Luigi Ferrero de Gubernatis Ventimiglia, solía narrarme, de su época de estudiante de la Católica, perteneciente a la Juventud Democristiana. Un día en el que los cachimbos democristianos tuvieron que enfrentarse a los “búfalos”, estando la puerta abierta del decanato, corrieron a esconder aquí las cachiporras con las que se proponían defenderse. Quedó grabado en su memoria agradecida el hecho de que el Decano nunca no les reprochó por esta incursión, por supuesto no autorizada.
Más allá del ámbito universitario recuerdo con gratitud que el Doctor de la Puente me confió la dirección del Boletín Bibliográfico “Orientación” fundado, para promover la buena lectura, por su señora madre Doña Virginia y un grupo de damas de la Acción Católica, entre las cuales la señora Lañas de Espinoza, Maruja Salazar, Carolina Elmore de Cobián, Carmen Gallagher, Nena Gastelumendi y Teresa Stens, la que al renunciar a su cargo de Secretaria, lo confió a Rosa María Sanguineti Bustíos, mi entusiasta colaboradora. María Esther Vidal, Carmen Solari, Juan Álvarez Vita, Martín Irigoyen, Patricio Vargas y muchas otras personas prestigiosas se encargaban de redactar las reseñas bibliográficas. Los señores Andrés Carbone y Pepe Córdova de la Librería Studium colaboraban gentilmente proporcionándonos las novedades del mundo de los libros y obsequiándonos los premios para los ganadores de los concursos que el Boletín organizaba para todos los Colegios y Unidades Escolares, con la intención de difundir obras valiosas no sólo desde el punto de vista literario sino por su contenido moral y espiritual. Un Libro-Forum que organizamos fue sobre “El Principito” de Saint-Exupéry.
El Boletín “Orientación”, además de llegar a los suscriptores, alcanzaba todas las Diócesis del Perú. José Agustín seguía con interés los contenidos y las iniciativas promovidas a través de “Orientación” que él sustentaba económicamente. Siempre fue muy orgulloso de su madre y en este caso permitió que su obra de fundadora prosiguiera y tuviera alcances mayores.
La presencia del Doctor de la Puente sigue más que nunca viva entre quienes hemos tenido el inmenso privilegio de ser sus alumnos y luego sus colegas: debe ser nuestro compromiso, mucho más allá de las humildes palabras de un homenaje, el empeñarnos en seguir trabajando, por lo que esté a nuestro alcance, a fin de que lo que ha sembrado en nosotros dé los frutos por él soñados.
Grazia Sanguineti
Joseph Dager Alva
“Catedrático ejemplar, siempre cercano, nunca distante, forjador de valores tanto a través de su obra como de su vida personal, el doctor José Agustín de la Puente Candamo merece sobradamente el título de Maestro: transmite conocimientos y forma con el ejemplo. Si minuciosidad en el trabajo histórico, su honradez intelectual, sus virtudes para la cátedra, su vida cristiana, han fomentado, qué duda cabe, un sinnúmero de vocaciones históricas y humanistas en general. Ha sabido mantener y proyectar una línea coherente de pensamiento, posee firmes convicciones y en sus clases las comparte plenamente. Sin embargo, es un profesor abierto, llano a la opinión discrepante y tenaz inspirador del fructífero diálogo entre las diversas generaciones. Su conducta nos ha enseñado que la educación debe ser integral y no excluyente”. [1]
[1] “La cátedra y el ejemplo: Al doctor José Agustín de la Puente, maestro de generaciones. En Homenaje a José Agustín de la Puente Candamo. Cuadernos de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas. Lima, PUCP, 2000, p. 10.
Joseph
Dager Alva
Susana Aldana Rivera
Supe del Dr. De la Puente en la PUCP; era un historiador reconocido y los alumnos lo veíamos cuando transitaba a su oficina y, por supuesto, era objeto de nuestra curiosidad. Siempre que se le saludaba respondía amablemente.
Pero realmente lo conocí ya como historiadora en un coloquio organizado en una Universidad de Piura; mi ponencia era a las 2pm y cual no sería mi sorpresa cuando, pese al calor deshidratante, se presentó a escucharme. Luego conversamos y desde allí, cada vez que podía lo escuchaba con atención. No siempre estaba de acuerdo con sus posiciones. Pero bien valía la pena escucharlo pues reflejaba una sinceridad y una ética en su trabajo como historiador que llevaba a la reflexión. Eso para mi fue siempre muy importante, la transparencia en sus opiniones.
Recuerdo un conversatorio donde coincidimos. Era sobre un tema de frontera Perú- Ecuador organizado por el Dr. Denegri con la presencia del Dr. De la Puente, el Dr. Lohmann, tres científicos sociales más y yo. Del otro lado, del Ecuador, venía una historiadora -que no llegó- y dos más que eran en el fondo políticos. La reunión se hizo fuera de Lima en la hacienda Arona.
La reunión fue muy interesante. El tema de la frontera era muy candente en el momento y mientras los señores ecuatorianos buscaban discutir políticamente el asunto, los peruanos querían mantener la conversación en términos históricos. Experiencia manda, Denegri y Lohmann llevaban la batuta de la conversación y la dirigían a su antojo; el Dr. De la Puente mantenía silencio y conversaba de otros temas.
Por más que lo intentaron, el tema político no logró agenda. Quizás caló un poco más entre los científicos sociales más jóvenes pero igual no hubo mayor espacio.
Ni bien subimos al bus de retorno, el tema político fue tocado abiertamente por los señores ecuatorianos. Quise responder pero era muy joven y solo tenía recursos históricos no de reflexión política. Me volteé a mirar al Dr. De la Puente y le dije, Dr. ¿Qué piensa Ud.?
Sabía de la calidad de su trabajo pero había percibido que la política no era mayormente de su interés. O en este momento no era de su interés. Pero la situación estaba allí y respondió. Simplemente la fuerza de su respuesta dejó totalmente aplastados a los señores ecuatorianos: usando razones históricas, reconstruyó el proceso político de la frontera jugando con el ayer y el hoy; estableció los fundamentos contemporáneos del problema... en fin. Les dio una lección inolvidable en ¿10, 15 minutos?
Si bien nunca lo tuve de profesor, estaba acostumbrada más que a su tranquilidad, su ecuanimidad y a su conocimiento de historia. Pero mi sorpresa fue enorme. Una cosa es leer a alguien, conversar un poco con él y otra cosa, escucharlo sobre todo en una situación como la mencionada. Nunca perdió la tranquilidad, su voz siguió siendo calma pero reflejó tal amor por el Perú y tal conocimiento histórico al establecer la justicia de la causa, que marcó mi pensamiento a futuro. Si bien su opción fue la historia, hubiera sido un magnífico político.
Políticos al fin y al cabo, los señores ecuatorianos cambiaron el tema y conversamos de la geografía de la zona.
Susana
Aldana Rivera
Jorge Alfredo Paredes Lara
Conocí al Dr. de la Puente Candamo en la Universidad Católica en 1997. Fue mi profesor en el curso de Historia del Perú Republicano.
Desde el primer día cada frase que escuchaba de él no sólo trasmitían contenido sino también sentimientos hacia el Perú. Sus palabras "amor por el Perú", las tengo bien guardadas en mi memoria. No las había escuchado nunca y lo señalo porque aquel año fui testigo de la toma de la Embajada del Japón por el grupo guerrillero MRTA, un acto que estaba muy lejos de esa palabra. Frases como "fue una generación que verdaderamente quiso al Perú" o " fue un momento en que el interés por el Perú aumentó", produjeron en mí un impacto como estudiante que se tradujo en una pregunta ¿Como futuro historiador seré capaz de amar a mi país?
Pronunciaba la frase "amor por el Perú" con dulzura y mucho cariño. Eso hacía que floreciera naturalmente su notable humildad. Jamás habló mal de nadie, no juzgó a ningún protagonista de nuestra historia.
Jorge Alfredo
Paredes Lara
Jorge Andrés Llaury Bernal
Fui Alumno suyo en el 2006 de Fuentes Históricas Peruanas 2 y del último Seminario de Historia Republicana que dictó en el 2008.
Fui asistente de investigación para una publicación y también fui revisor de una reedición de un trabajo que publicó originalmente en la colección MAPFRE y que reeditó el Congreso en el 2013.
Recuerdo que el Dr. de la Puente estaba trabajando en una publicación. Quería publicar un manual para profesores de historia. Era un trabajo muy ambicioso, sobre todo para un profesor retirado de 90 años. Pero él seguía con ganas de enseñar, seguía trabajando con alegría y amabilidad. Siempre mostró un gran respeto por las personas que trabajamos para él. Recuerdo que se entusiasmaba mucho por un autor que reencontró luego de leerle en voz alta mis informes. Conversábamos mucho sobre el sentido de la historia y el valor del trabajo de los maestros.
Trabajar para el Dr. de la Puente fue una etapa muy alegre en mi carrera que espero atesorar hasta el último de mis días.
Jorge Andrés
Llaury Bernal
Enzo Alejandro Dunayevich Morales
Lo conocí en el tercer ciclo de Estudios Generales Letras (semestre 2013-2), cuando llevé el curso “El Perú en los tiempos Modernos”.
Yo estudié Derecho en la PUCP. Sin embargo, puedo decir con total seguridad que el mejor profesor que tuve en la universidad fue el Dr. De la Puente. Recuerdo con mucho cariño y admiración sus clases pues no solo enseñaba sino que me transmitía una pasión increíble por la historia del Perú. En sus clases siempre decía que al Perú lo forjó su gente y la vida cotidiana de sus ciudadanos. Y cuando explicaba la Guerra con Chile sentía que me trasladaba a esos tiempos de la historia peruana. ¡Qué bellas clases que tuve! Hoy puedo decir que el profesor De la Puente hizo que me gustara una materia que en el colegio nunca llamó mi atención.
Enzo Alejandro
Dunayevich Morales
Luis Guzmán Barrón
“La primera vez que me encontré con el doctor de la Puente en el campo académico fue, (no sé si él se acordará, para mí está muy presente por lo que les voy a contar) en un evento organizado por el Colegio de Ingenieros en el cual él y yo teníamos que compartir una mesa y hablar sobre la educación en el Perú. Ustedes se imaginarán el susto de este ingeniero relativamente joven, por lo menos algo más joven que el doctor de la Puente, cuando tenía que compartir experiencias con una figura como la de él. Cuando llegamos al local, la sencillez en el trato, la tranquilidad del doctor de la Puente que desde un comienzo me comenzó a tutear y yo lo veía, pues, bien hacia arriba, como ustedes comprenderán, me dejó con una tranquilidad de espíritu que me permitió hacer mi exposición y compartir esa mesa con una figura de la educación como él. Realmente la sencillez que trasmite en todos sus actos es impactante”. [1]
[1] “Vocación por la docencia y el amor al Perú”. En José Agustín de la Puente Candamo. Medalla de Honor R. P. Jorge Dintilhac, SS. CC. Cuadernos del Archivo de la Universidad 50. Lima, PUCP, 2008, p. 17.
Luis
Guzmán Barrón
Livia Ianesha Letts Benavides
Fue mi profesor en la especialidad de Historia.
Hay una frase que dijo en una clase que me ha acompañado desde ese entonces. Se volvió una máxima de conducta y la recuerdo con regularidad. El Dr. de la Puente había hecho una pregunta, pero ninguno de los alumnos nos atrevíamos a decir nada. Yo me sentía frustrada con mi propia timidez, pero me ganaba la inseguridad. Entonces el Dr. de la Puente dijo: “no decir nada también resulta una forma de soberbia”. Me desconcertó esa frase y me dejó pensando. Me hizo pensar en mi timidez de una forma diferente. Se necesitaba sencillez para poder decir lo que uno pensaba y superar el temor a equivocarse. Esa idea de sencillez me ayuda hasta el día de hoy a expresar mis ideas.
Livia Ianesha Letts Benavides
Carlos Gatti (2022)
Pablo Macera
“Entonces, paradójicamente quien mayores iniciativas de modernización tuvo fue un profesor, no de San Marcos, sino de la Católica, José Agustín de la Puente, de quien escuché su seminario en el Instituto Riva-Agüero durante dos años. Luego hubo diferencias de opinión que hicieron que me apartara de la Católica. Pero le debo a De la Puente haber conocido una aproximación a la Ilustración y al siglo XVIII como la de Cassirer que era mucho más analítica que el fácil libro de Hazard. Por ese entonces Riva-Agüero era un instituto innovador. Junto con las enseñanzas de De la Puente recuerdo las iniciativas o novedades que trajo César Pacheco, que había estado becado en Europa y reveló las primeras aproximaciones de tipo sociológico, tratando de estudiar la presencia de una burguesía que gestionó la Independencia.” [1]
[1] Pablo Macera, “La vocación por la historia y otros temas”. Revista Tiempos 2 (2007), pp. 82-83.
Pablo
Macera
Elizabeth Hernández
Docente e investigadora de la Universidad de Piura.
“Es muy difícil resumir en pocas líneas la importancia que don José Agustín de la Puente ha tenido en mi vida, pues no creo hacerle justicia en tan poco espacio. Lo conocí una tarde en la Universidad de Piura. Me habían contado que sus clases eran magistrales, así que decidí pedirle permiso para asistir a ellas. Cuando me vio en la puerta de su despacho, de inmediato se puso de pie. Cuando le dije que quería entrar a sus clases como alumna libre, su respuesta, que hasta ahora resuena entre mis más preciados recuerdos, fue: “sería un honor para mí que usted escuche mis clases”. Me impactaron para toda la vida esas palabras, pues siempre sentí sincera la importancia que una persona de tan consagrada trayectoria me había dado a mí, una alumna de primer año. Qué duda cabe, me especialicé en la historia de la independencia, pues me enamoré de la mirada optimista que sobre el Perú de esa época manejaba don José Agustín. A lo largo de mi carrera profesional siempre tuvo tiempo, ya sea en persona, ya sea por teléfono, para mis inquietudes intelectuales. Me abrió perspectivas y espacios de conocimiento con una generosidad solo comparable con su increíble sabiduría. Eso solo lo hacen los grandes, y él siempre lo fue”. [1]
[1] Publicado como parte del homenaje “José de la Puente Candamo: El historiador más destacado del país. Antesala. Educación. Cultura y Sociedad 1 (abr.), 7, 2020.
Elizabeth Hernández
Carla Barbieri Rodríguez
Fue mi profesor de Historia del Perú.
Jamás olvidaré una pregunta que hizo en clase.
Dr. De la Puente: "¿Ustedes saben qué es ser un hombre culto?"
Un alumno responde: "un hombre muy leído"
Otro alumno dice: "un hombre que aprecie el arte"
Y así sus alumnos le decíamos lo que pensábamos.
Ninguno acertó.
El doctor dijo: "un hombre culto es un buen padre y buen ciudadano".
Su respuesta me movió el corazón.
Estudié Derecho, pero confieso que ningún profesor de mi facultad me marcó como lo hizo el Dr. De la Puente Candamo con su humanidad.
Carla Barbieri
Rodríguez
Víctor Hugo Palacios Cruz
1989 campus de la UDEP en Piura.
No estuve nunca matriculado en ninguna asignatura que el historiador y maestro José Agustín de la Puente Candamo hubiera dado en alguna universidad dentro o fuera del Perú. Pero puedo decir que en mis 31 años de universitario –entre mi etapa de estudiante como alumno y mi etapa de estudiante como profesor– nadie, al margen de su fama y de sus títulos, me ha transmitido más lecciones atesorables en el orden intelectual, y también en el cívico, moral y cristiano.
Además, de la manera más persuasiva que es siempre la de la modestia, la sencillez, el afecto y la ejemplaridad, principalmente escuchando sus conferencias y sobre todo en numerosas caminatas a su lado, de pronto peripatéticas, a la sombra de los altos y viejos algarrobos del campus de la Universidad de Piura.
Pese a haber sido uno de los cientos de jóvenes que acudieron a su cátedra y a sus consejos, aún en su edad más venerable no se confundía jamás y recordaba perfectamente mi nombre y mis entusiasmos. Esa memoria que solo tienen aquellos que realmente escuchan y se interesan sinceramente por las personas. Aquellos para quienes la cortesía no es una etiqueta o un simulacro.
Podría haber dedicado más tiempo a la redacción de sus libros, a la investigación que tanto hizo avanzar –especialmente en el campo de la Independencia del Perú–, y a la relación con académicos a la altura de su sabiduría y su recorrido, y sin embargo se avenía tan generosamente a abandonar su biblioteca y su residencia en Lima para visitar rincones alejados y calurosos como la ciudad de Piura, y, por si fuera poco, accedía a recibirme a mí, como a tantos, que no era historiador y que, no obstante, siempre recibí de él acogida y aliento para mis lecturas y proyectos más bien filosóficos y literarios. Ahora recuerdo, don José Agustín entrecerrando los ojos mientras hablaba, como si mirara hacia el horizonte de su interlocutor cuando, en realidad, se trataba de la sonrisa de su imaginación esperanzada y cariñosa.
No podría detallar una fecha, un tema, un aula perfectamente localizada de las muchísimas veces en que lo escuché en la Universidad de Piura entre 1989 y 2008, quizá porque todas esas ocasiones se confundían en la impresión de un solo encuentro que cada oportunidad prolongaba exactamente con el mismo clima de cordialidad, de serenidad y de una tan diáfana inteligencia. Y porque también todas esas reuniones tenían una concurrencia siempre numerosa y sumida en ese estado se diría mágico de quienes escucharon a los primeros contadores de historias en torno al fuego en los comienzos de la civilización.
Encuentros, además, a los que él procuraba expresamente quitar toda solemnidad y en los que no podía reprimir un gesto de embarazo cuando se escuchaban la enumeración de sus logros y los elogios bienintencionados del presentador de ocasión. Recuerdo nítidamente incluso su timidez, su miedo de estar alargando sus disertaciones más allá de lo que el público quisiera escuchar, que en realidad quería siempre escucharlo de nuevo y más. Entonces acudían a sus labios esas palabras que eran su firma, más bien un discreto sello de agua antes que una vistosa rúbrica de pluma fuente: “bueno, para terminar y no fatigarlos más…”
Él, que era infatigable en ese acto que este tiempo apresurado, saturado de estímulos, proclive a la soledad tecnológica e implacablemente competitivo, vuelve cada vez menos común y desde el cual, con inevitable melancolía, lo echo tanto de menos: el prestar atención a cualquier persona sin importar su condición. Esa hospitalidad de toda vida humana alrededor a la que parecía haberlo conducido su devoto estudio del pasado.
Víctor Hugo
Palacios Cruz
José Antonio del Busto
“… Ahora me refiero al maestro. Fue el director del Seminario de Historia y como tal lo conocí en 1951. Estaba dedicado a la formación de los recién ingresados a la Universidad. Entonces, en esas noches, nos dictaba las clases de Propedéutica, la ficha de investigación, la ficha bibliográfica, la ficha documental, del artículo de revista, del artículo de diario, y también estaban las lecturas clásicas que él dirigía de los autores griegos y romanos, que las escuchábamos por primera vez. También nos enseñó y eso fue muy últil, la participación en las ceremonias académicas, cómo debíamos comportarnos en semejantes casos, y al mismo tiempo nos invitó a escribir nuestros primeros artículos en el boletín del Instituto. Sin olvidar los paseos que efectuábamos todos los integrantes del Seminario y de los otros seminarios por la Carretera Central hasta nuestras primeras serranías. Hubo algo, sin embargo, que quiero subrayar: nos inculcó a todos nosotros una formación peruanista sin igual, descubriéndonos el mestizaje y haciéndonos ver que precisamente el perú era una país mestizo”. [1]
[1] José Agustín de la Puente Candamo. Nombre de maestro. En Nuestra gente III. Cuadernos de Archivo de la Universidad 30. Lima, PUCP, 2002, p. 48.
José Antonio
del Busto
Fiorella Moreno Roque
PUCP, EEGGLL, como alumna de su curso de Historia del Perú.
Supongo que nada relevante, pero lo hago como una despedida a tan maravilloso ser. Por el año 2005 aproximadamente, llegaba a nuestra clase en EEGGLL con el paso y aliento lento siempre con su gorra plana y acompañado por su hijo, quien también lo recogía con una puntualidad asombrosa. Muy respetuoso y de gesto tierno. Su voz parecía que se apagaba, pero su vocación y pasión estaban intactas, se notaba. Se notaba que a pesar de que los años le quitaban vitalidad, naturalmente; su pasión era ferviente y muy viva. Contaba detalles y anécdotas de la historia con amor a la patria, sin imponer una posición o alguna teoría. Recibía con agrado todas las preguntas. Nunca se paraba de su pupitre de maestro, muy adulto. Era inspirador que su cansancio no le haya arrebatado ni la voluntad ni las ganas de continuar trabajando enseñando.
Fiorella
Moreno Roque
Daiane Hinojosa Paredes
En una clase de Historia.
El recuerdo más claro que tengo del Profesor es la visión que él tenía de la conquista, estuvimos acostumbrados a tener una visión teñida de resentimiento, pero mientras él narraba y analizaba los hechos al respecto, sin dejar de ser objetivo, siempre tuvo una mirada conciliadora y que rescataba las cosas buenas que este hecho histórico produjo para el Perú.
Daiane
Hinojosa Paredes
Elsa Lorena Zuazo Villarroel
Estando en mi segundo ciclo de la PUCP, llevé el primer curso de Historia en Generales Letras con el Dr. de la Puente.
El Dr. de la Puente no solo era un profesor sino era un maestro en todo el sentido de la palabra. Recuerdo que la forma que enseñaba el curso era como si realmente hubiera estado presente en aquel entonces ya que vivía cada uno de sus relatos. Gracias al Dr. de la Puente, mi visión hacia la historia cambió de forma radical ya que la historia nunca fue uno de mis cursos preferidos, no hasta que llevé el curso con él. Realmente quedé fascinada con todo lo que me enseñó.
Elsa Lorena
Zuazo Villarroel
César Gutiérrez Muñoz
Trujillo, 5 de febrero de 2021.
Don José Agustín de la Puente Candamo.
La historia es vida y es con vida cómo se la estudia, enseña y difunde. Así la entendió y cultivó, plenamente, don José Agustín de la Puente Candamo (Lima, 1922 - 2020), muy querido maestro y amigo. Por eso su constante preocupación al insistir en el conocimiento de lo cotidiano durante sus espléndidas clases que a todos nos encantaba y siempre las recordamos. La historia es para todos, no solo para los colegas. La sencillez en el decir, la sencillez en los ejemplos, la sencillez en el diálogo con los alumnos, la sencillez en los exámenes eran sus rasgos característicos en el aula y fuera de ella. Además, en todo momento, lo veíamos y sentíamos como lo que era: un señor, un caballero, qué gente más grande. Pero don José Agustín también fue firme cuando defendía los cursos escolares de Historia del Perú como asignatura individual, no cruzada con otras materias, para evitar confusiones entre los estudiantes. Releyendo su estupenda biografía de Miguel Grau (Lima, Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, 2003, 573 p.), comprobamos que el eminente autor narra con familiaridad asequible a todos los ojos el discurrir de los cuarenta y cinco años del Gran Almirante del Perú sin prescindir de los útiles datos precisos ni del sentido real de las cosas: No puede olvidarse -en esta reflexión sobre Grau y sobre su calidad como ciudadano, como esposo, como padre de familia- su actitud en la vida cotidiana: su norte es el cumplimiento del deber. (p. 476). Una de las tantas frases suyas se refería a una constatación nacional: La profesión que tiene más aficionados es la de historiador. Ante la pregunta del periodista Manuel Cisneros Milla acerca de cuál era el libro que más le ha impresionado, el doctor de la Puente Candamo repitió: Paisajes Peruanos de su admirado don José de la Riva Agüero y Osma.
En el tributo bibliográfico Sobre el Perú: homenaje a José Agustín de la Puente Candamo (Lima, PUCP, 2002, 2 tomos), nuestro querido amigo Salomón Lerner Febres retrata con acertadísima fidelidad a don José Agustín: Hombre profundamente convencido de la verdad cristiana, ha sabido ser en su vida consecuente con los principios que profesa y por eso se ha convertido para quienes bien le conocen en modelo de honestidad; estudioso de nuestra historia, ha sabido eludir la banalidad que a veces resulta de la fascinación que suscitan los hechos aislados para acercarse con profundidad a aquellos temas esenciales que recorren el proceso por el que la nación peruana se va constituyendo. La Peruanidad como idea y realidad no sólo ha sido para él objeto de estudio y tema de su reflexión como científico, sino que ha constituido y lo sigue siendo preocupación y tarea que lo compromete como actor de la vida nacional. (P. 21).
Hoy, a un año de su partida, lo tenemos siempre presente, con gratas y distintas evocaciones de su personalidad, de su decencia consustancial, de sus vastos conocimientos y de su decisivo magisterio. Por eso, don José Agustín, afortunadamente, nunca nos dejará ni tampoco nosotros a él.
César
Gutiérrez Muñoz
Steffy María Cruz Espinoza
Lo conocí en las aulas de EE.GG.LL en ciclo 2013-1. Fui su alumna y no me arrepiento de haberlo sido.
Él siempre empezaba sus clases haciendo un recordatorio de tema anterior para luego empezar con un nuevo tema. Era increíble el poder que tenía para el uso de la palabra porque nos hacía conmover y adentrarnos de lo que fue el pasado peruano. Recuerdo aquella vez que dejé de anotar para solo escuchar lo que narraba, porque me maravillaba lo que decía. El manejo que tenía del uso la palabra para contar la historia del Perú, me impresionaba y aún más su inteligencia. Era capaz de recordar hechos, fechas, lugares sin tener una hoja de papel al lado. Esto hacía que fuera imposible interrumpirle y a pesar que nos lo pedía, no lo hacíamos porque pensábamos que eso involucraba arruinar la historia.
Steffy María Cruz Espinoza
Margarita Guerra (2022)
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Margarita Guerra (2022)
Carlos Gatti (2018)
José Ignacio López Soria
“Desde mis primeras investigaciones en la historia del Perú, en la segunda mitad de la década de 1960, me beneficié de los saberes del Dr. José Agustín de la Puente Candamo gracias a los seminarios y conferencias del Instituto Riva-Agüero. Me llamaron particularmente la atención su afecto por la historia del Perú y su reconocida capacidad expresiva para promover suavemente ese afecto y transmitir los conocimientos sobre la experiencia histórica peruana. La junta de sentimientos y conocimientos en las lecciones, conversaciones y escritos del Dr. de la Puente deja en claro que para él el trabajo historiográfico no se agotaba en la mera reconstrucción de hechos pasados, sino que consistía en traer a la presencia lo más significativo de la experiencia histórica anterior para enriquecer el presente dialogando con ella.
Pasaron los años. Terminé los estudios de historia en la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica y elaboré mi tesis doctoral sobre “El pensamiento de José Baquíjano y Carrillo” bajo la dirección y asesoría del Dr. de la Puente. Al final del acto de presentación y defensa de la tesis, en febrero de 1969, tomó la palabra, como era usual, el asesor, el Dr. de la Puente. Después de un análisis pormenorizado del trabajo, el asesor manifestó que estaba en desacuerdo con no pocas ideas e interpretaciones del graduando, pero que solicitaba al jurado que la tesis fuese aprobada con la máxima calificación. Esta manera de proceder revela el valor que atribuía el Dr. de la Puente al pensamiento del otro cuando estaba debidamente argumentado”.
José Ignacio
López Soria
Víctor Lizana Salvatierra
Conocí al Dr. Agustín de la Puente, cuando desarrolló una charla sobre "La vida cotidiana en los tiempos de la independencia del Perú" en el auditorio de la Gran Unidad Escolar "Ricardo Palma" de Surquillo. En dicha ocasión me encontraba realizando prácticas pre profesionales del curso de Historia del Perú en dicho colegio y cursaba el octavo ciclo de la carrera de Educación en la Universidad "Enrique Guzmán y Valle" (La Cantuta).
A través del corto diálogo socrático de preguntas y respuestas que sostuve en aquella oportunidad con el Dr. Agustín, nació una profunda amistad de más de un cuarto de siglo, donde la sala de profesores de la Facultad de Humanidades de la PUCP y la sede del Instituto "Riva- Agüero" se convirtieron en los puntos de reunión, donde un profesor viajero de Historia y un "Maestro de la juventud peruana", como así he denominado al Dr. Agustín, conversaban sobre la importancia de formar a las jóvenes generaciones de peruanos con la luz de la fe católica y con la lucidez de los pensadores Riva Agüero, Uriel García y Víctor Andrés Belaunde.
El Dr. Agustín me invitó a participar en los círculos de estudios de historia en la PUCP y en los Seminarios de Historia para profesores que se dictaban y dictan en el Instituto "Riva Agüero".
Con el paso del tiempo sentía un gran avance en la parte intelectual, pero un enorme vacío en la parte espiritual (por ser indiferente a la religión en ese momento).
Hasta que en una oportunidad le dije: "Dr. Agustín, siento que uno de mis brazos se encuentra fortalecido intelectualmente, mientras que el otro brazo se encuentra flácido porque tengo un enorme vacío en la parte espiritual".
De inmediato, él como un buen padre de familia se preocupó por mi formación católica y al poco tiempo recibía el Sacramento de la Confirmación en la Catedral de Lima, siendo mi padrino el Dr. Agustín de la Puente.
Sin lugar a duda, me considero un privilegiado por haber recibido las enseñanzas, el apoyo y la formación espiritual de este insigne Maestro y hoy siguiendo su legado, su gran preocupación por la formación de los profesores y alumnos del Perú, me he abocado a la organización de debates escolares en todo el Perú y Latinoamérica a través del Torneo de Debate "Expresarte" organizado por el colegio "Los Álamos".
Siento que con esta labor estoy aportando al país, y estoy respondiendo a la gran tarea que me dejó Don Agustín.
Víctor Lizana
Salvatierra
Ada Arrieta Álvarez
Jefa del Archivo Histórico Riva-Agüero Instituto Riva- Agüero Pontificia Universidad Católica del Perú.
“El pasado 5 de febrero falleció Don José Agustín de la Puente Candamo, quienes lo conocimos quedamos devastados por la noticia, no solo porque perdíamos al maestro y al amigo, sino porque el Perú perdía a una de las mentes más claras del siglo XX y a su último gran caballero.
Lo conocí en 1970, en el patio de Letras de la PUCP, facultad que funcionaba en esos años en la Plaza Francia. Me llamó la atención su rostro sereno y el hecho que estuviera rodeado de varios muchachos con los cuales conversaba amablemente. Le pregunté a una compañera de estudios quién era y ella me contestó “es el doctor de la Puente y será nuestro profesor”. Ese año había entrado a la Universidad y en ese local, también, funcionaba Estudios Generales Letras.
Recién en el segundo semestre de 1971 tuve la fortuna de ser su alumna. El curso fue Historia del Perú II. Sus clases, su erudición, la forma en que las dictaba, la manera en que movía las manos, y el cuidado que tenía al escoger las palabras con las que nos explicaba algunos hechos, tenía a todos los alumnos atentos.
Él terminó de definir mi vocación, por eso en 1972 empecé a estudiar Historia. En 1975 entré a trabajar en el Instituto Riva-Agüero y allí fue mi jefe muchos años. Su bonhomía, su caballerosidad, su consideración, sus eufemismos, su trato intachable, y sus innumerables virtudes se fueron con él, y ya no habrá otro igual”. [1]
[1] Publicado como parte del homenaje “José de la Puente Candamo: El historiador más destacado del país. Antesala. Educación. Cultura y Sociedad 1 (abr.), 7, 2020.
Ada Arrieta Álvarez
R. P. Armando Nieto Vélez S.J.
“Supo despertar en sus alumnos el interés por la investigación original y la búsqueda de la información comprobada y precisa. Nos enseñó a conocer y amar el Perú, con sus luces y sus sombras, sin falsos triunfalismos ni tampoco deprimentes augurios para el porvenir”.[1]
[1] Probidad y prestancia. En José Agustín de la Puente Candamo. Medalla de Honor R. P. Jorge Dintilhac, SS. CC. Cuadernos del Archivo de la Universidad. Lima: PUCP, 2008, p. 10.
R.P. Armando
Nieto Vélez S.J.
Grocio Augusto Pezo Lanfranco
Lo conocí cuando llevé el curso de Historia del Perú II, en los años 90.
Tengo un grato recuerdo del doctor de la Puente. En su clase, que era muy concurrida, propiciaba siempre la participación de sus alumnos. Tenía una forma especial de interesar al alumno con la historia, desde lo anecdótico. Recuerdo mucho que nos contó lo intimidante que podía ser la persona del libertador Simón Bolívar pese a su estatura y contextura física, bajo y flaco.
Grocio Augusto
Pezo Lanfranco
José Antonio Sánchez Romero
Lo conocí cuando dictó el curso Historia del Perú II en el año 1984, en estudios Generales Letras.
Fue fascinante el curso de Historia del Perú II, especialmente cuando explicaba las diferencias entre San Martin y Bolívar. Recuerdo que al final de una clase sobre la Guerra con Chile, lo acompañé hasta su oficina y conversamos más sobre el tema, y le pregunté: ¿Cuál era la visión de la Guerra desde el punto de vista de Chile?, me contestó, debes leer a Benjamín Vicuña Mackenna. Me demostró el maestro De la Puente que debemos tener una visión global de la Historia, y no parcializada.
José Antonio
Sánchez Romero
Luis Manuel Fernando Delgado Solis
Durante el curso Historia del Perú en EEGGLL (1982).
Nos enseñó a amar al Perú y resaltar sus CARACTERÍSTICAS tales como:
- Estudiar Historia del Perú, es estudiar a nosotros mismos. Como nace el Perú.
- Patria peruana, milenaria en su origen (dominaron su territorio sobre todo en la sierra).
- Proviene de la convivencia de dos culturas milenarias creando una sociedad distinta.
- Mestizaje: El encuentro del español, del inca, del africano, del chino, etc., de cómo nacimos a pesar de que nadie se pusiera a pensar en cómo íbamos a crear el Perú, de cómo surgimos de la vida cotidiana y de lo espontáneo. El país, pues, nació en esa relación de culturas. Por ejemplo, resulta apasionante lo que mencionó de Garcilaso: "Soy mestizo y lo digo a boca llena, nos honramos con ello". Él era hijo de una princesa imperial ñusta y de un conquistador español y, une ambas herencias. Es uno de los momentos más interesantes de la historia del Perú, porque es como la partida de nacimiento del país.
- Entre 1532 y 1821 nace algo nuevo, no es español ni andino, sino resultado de la transculturación. También llegó el toro, la vaca, la mula, los gatos, se dio el encuentro de la llama con la mula, el paisaje se transformó dando origen en lo cultural al torito de Pucará, al retablo cuzqueño, a los mates, estas manifestaciones son distintas.
- Convivencia de maíz y trigo, el encuentro de las frutas europeas como la uva o la naranja con la papaya o la palta.
- Los españoles eran los que gobernaban, pero en la vida cotidiana no mandaba nadie.
Luis Manuel Fernando
Delgado Solis
José Antonio del Busto
“Acabábamos de entrar a la Universidad (abril de 1951). Con el cabello rapado y la cabeza cubierta por una boina de color azul marino, los recién ingresados universitarios -cachimbos nos llamaban, nunca supe porqué- lo vimos como un profesor más. Pero pronto se transformó en el profesor joven, serio, cumplido y eficiente. Notamos que desinteresadamente se hacía cargo de todos y que los anocheceres de los miércoles y las tardes de los sábados nos los dedicaba íntegramente a nosotros, unos quince estudiantes aficionados a la Historia, sin más estipendio que el de nuestra sorprendida gratitud. Así asistimos a tales sesiones varios años. A lo largo de ellos nos convirtió en instructores y bachilleres, doctores y catedráticos. Más tarde seríamos decanos y algo más. Pero lo meritorio de esto es que todo lo hizo con una constancia admirable, con una generosidad sin igual, con una conducta intachable y con la sabiduría del hombre maduro que sabe lo que quiere hacer. Nos hizo historiadores, historiadores peruanos, adictos al Perú y no dependientes de partidos políticos. Nos hizo querer la vida, sentirnos útiles, nos enseñó a romper con egoísmos estériles y a darnos a los demás”. [1]
[1] Presentación. En José Agustín de la Puente Candamo. Notas y entrevistas periodísticas. Cuadernos del Archivo de la Universidad 5. Lima, PUCP, 1998, p. 7.
José Antonio
del Busto
María Ximena Vinatea Sifuentes
El año 2014 fui su alumna en la PUCP, en el curso “El Perú en los tiempos modernos”.
El profesor nos trataba de inculcar una educación integral. La historia para él debía ser enseñada como lo que fue, un conjunto de experiencias de hombres de carne y hueso. Hasta ahora puedo recordar varias lecciones que nos dio el profesor, que era un humanista, porque dejaron una profunda huella en mí. La primera, refiriéndose a una estatua de Pizarro que había sido removida de una plaza importante, fue que nosotros éramos productos del mestizaje, y debíamos estar orgullosos de ello. No debíamos renegar de nuestra propia herencia, ni sentirnos solo indios o españoles. La segunda, refiriéndose a un libro que habían sacado en contra de Bolívar, donde lo llamaban enemigo del Perú. En esa ocasión nos dijo que debíamos formarnos una idea equivocada de algunos hechos históricos, y mucho menos juzgar de manera tan radical a un hombre que fue decisivo en la independencia de nuestro país. Finalmente, la tercera lección, y la más importante, la resumió en una frase: “una mala personalidad hace inoperante la inteligencia” , que la usó para referirse a algún personaje histórico importante.
María Ximena
Vinatea Sifuentes
Cecilia Patricia Castillo Cieza
El Dr. de la Puente fue mi profesor en EEGGLL, fue el mejor curso que llevé en mis primeros años de vida universitaria.
Recuerdo que le pregunté por qué España había logrado eliminar a los moros a pesar de 700 años de invasión, en cambio nosotros no pudimos con los españoles. Me respondió muy amable y sorprendido que en el "Perú no somos ni indios ni españoles, somos peruanos". Además recuerdo cuando contaba con mucha pasión la guerra del Pacífico. También recuerdo que el caminaba muy lento con su bastón para llegar a clases y todos lo veíamos y íbamos corriendo antes de que llegara y tomara lista. Lo recordaré por siempre con cariño.
Cecilia Patricia Castillo Cieza